Cada día me percibo a mí
misma menos perfecta, y esa sensación, lejos de preocuparme me enorgullece y me
permite ser más mucho libre: más yo. Ahora, avanzo más ligera, sin pesos
ajenos, sin espinas en el corazón y sin piedras bajo el zapato que entorpezcan
mi avance ilusionado, mi caminar lleno de armonía y de múltiples posibilidades.
Todas
estas ideas se resumen en un término que está muy de actualidad: crecimiento
personal. La industria editorial pone a nuestro alcance múltiples
enfoques, estrategias y afinadas habilidades para que demos el paso: para que
propiciemos una inversión auténtica en nosotros mismos. Ahora bien, hallar esos
talentos ocultos, potenciarlos y mirar el horizonte con la mente más clara y el
corazón encendido no es algo precisamente fácil.
“Pies para qué los quiero si puedo volar”
-Frida Khalo-
Asimismo, un aspecto que
vale la pena destacar, y que su vez tiene muy claro el mercado editorial, es
que el público que más demanda este tipo de lecturas sobre desarrollo y
crecimiento personal son mujeres. El género femenino busca sobrepasar fronteras
de sus propios contextos para crecer, y a su vez, transformar sus realidades y
una sociedad donde los cambios siguen siendo muy lentos, y donde lo masculino
sigue llenando aún la mayoría de las esferas.
No es sencillo. Vivimos en
un mundo donde, curiosamente, el crecimiento es un imperativo fundamental en
cualquier organización. Todo negocio se rige sobre una ley esencial: o se crece
o se perece. Sin embargo, a nivel humano esta necesidad no es tan explícita.
Porque a veces, “crecer” implica dejar de tener miedo a levantar la voz,
implica también atreverse a desafiar lo establecido para demostrar todo aquello
de lo que somos capaces. Un aspecto que el género femenino está consiguiendo ya
a pasos agigantados.
Te proponemos reflexionar sobre ello con nosotros.
El crecimiento
personal también implica “ir más allá de nosotros mismos”
La
mayoría de nuestros lectores conocerán sin duda la famosa pirámide de
necesidades de Abraham Maslow. Esta teoría enunciada en 1940 ponía
sobre su cúspide el concepto de autorrealización como el reflejo de una persona
que, en apariencia, había logrado por fin su auténtico desarrollo personal.
Ahora bien, lo que no todo
el mundo sabe es que el propio Abraham Maslow se dio cuenta dos décadas después
de que su teoría fallaba. Había algo incorrecto. La búsqueda de la
autorrealización implica que centremos todos nuestros esfuerzos, habilidades y
energías sobre nuestra propia persona en exclusividad. Ansiamos ser capaces,
independientes, creativos, valientes y por encima de todo autoabastecernos en
casi cualquier aspecto.
Maslow percibió que la
mayoría de personas interpretaban la cumbre de su pirámide como la corona que
se le otorga a un individuo engrandecido que se percibe así mismo como alguien
hábil, fuerte y a su vez, desconectado de su entorno. Parecía no existir por
tanto un bien común, un propósito más elevado. Su enfoque no era correcto. De ahí,
que introdujera otra dimensión que fuera más allá de esa autocomplacencia, de
esa entropía personal para alcanzar un propósito mayor: lo llamó
autotrascendencia.
Curiosamente, esa necesidad
de autotrascendencia es lo que caracteriza a la gran mayoría de mujeres que
cada día se interesan por cultivarse en el mundo del desarrollo y el
crecimiento personal. La mujer de hoy tiene muy claras cuáles son sus
identidades, cuáles sus potencialidades. No necesita “exaltar” lo que ya es, no
quiere autocomplacerse, busca ante todo trascender, ir más allá de los límites
que otros le han impuesto para tomar contacto con su entorno y cambiarlo.
Menos perfecta y
libre de las expectativas ajenas
La mujer no necesita ser
perfecta para dar lo mejor de sí y alcanzar el éxito. Necesita solo ser ella
misma. La doctora Saskia Sassen, una conocida socióloga y escritora holandesa
conocida por sus trabajos sobre las “ciudades globales”, nos explica que la
mayoría de nosotros estamos obligados a adaptarnos a un mundo que, sencillamente,
no funciona.
“No esperes nada de nadie, las expectativas siempre
duelen”
-William Shakespeare-
El género femenino, por
tanto, debe tener muy claro un aspecto esencial: antes de propiciar ese
ansiado desarrollo personal o esa autotrascendecia debe “liberarse”. Es
necesario romper con los estereotipos, los mandatos invisibles, los prejuicios
y esas expectativas caducas hacia las cuales, muchas se sienten aún
prisioneras.
No es necesario ser perfecta
para ser validada como persona. No existen los cuerpos perfectos, las
profesionales perfectas e infalibles, ni las madres perfectas, ni las perfectas
amigas, ni aún menos las hijas ideales o las ideales esposas.
Somos lo que somos y
aspiramos a ser lo que sin duda, merecemos. Para lograrlo, es necesario tener
un enfoque de vida, una ilusión, unos objetivos, unas pasiones que colocar en
nuestro horizonte para luchar por ellas cada día, a cada instante. En segundo
lugar, debemos dejar a un lado las expectativas ajenas para asumir las propias:
son las únicas que valen de verdad.
La tercera y no menos
valiosa, es ser siempre nosotras mismas, sin contradicciones, sin falsos
enfoques, sin sesgos que contradigan nuestras propias esencias. Solo así
viviremos en armonía, solo así nos atenderemos como merecemos dando a su vez a
los demás y a este mundo, lo mejor de nuestro ser para hacerlo un poco más
respetuoso, más digno.
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