Algunas veces nos toca pasar
por experiencias dolorosas cuya herida nos impulsa a abrir los ojos ante una
realidad que probablemente nos hayamos estado negando o hasta ese momento no
había sido evidente para nosotros.
Las decepciones mueven el
piso donde uno estaba plantado, nos hacen ver las cosas de una manera
diferente, pero diferente aunque resulte muy doloroso, no tiene que ser
negativo en estos casos. Evidentemente nos veremos expuestos a una herida
emocional, pero seguramente también podremos apreciar las cosas desde una
perspectiva más realista, desde donde podemos actuar con mayor información.
Abrir los ojos, ser conscientes
de algo que para nosotros era desconocido anteriormente es una ganancia, de
aprendizaje de conocimiento de alguien más. La desilusión lleva consigo
entender que la decepción está a la orden del día y que las personas pueden
actuar de formas muy diferentes a las que nos esperábamos. Y esto es parte de
una lección que nos toca aceptar e internalizar, especialmente para definir lo
que será nuestro futuro de allí en adelante.
No podemos vivir a la
defensiva, ni pensando que la gente actuará de manera contraria a como
esperaríamos, pero sí debemos tener prudencia y cautela y antes de desbocarnos
por algo o alguien darnos la tarea de conocerlo. De esta forma, tratando de ser
comprensivos, tratando de ser empáticos e inclusive compasivos, correremos
menores riesgos de decepcionarnos.
Aprendamos a agradecer las
oportunidades que nos da la vida. Todo ocurre por una razón, aunque a veces no
podamos entenderla, pero por lo general con el transcurrir del tiempo esa razón
sale a la luz, se pone en evidencia y es cuando logramos comprender muchos
porqués de los diferentes tránsitos de nuestra vida.
Mientras ese momento de
consciencia llega, lo mejor que podemos hacer es aceptar, aceptar que las cosas
no siempre ocurren como queremos, que nuestros afectos tienen defectos, que
también están en un proceso de aprendizaje y que nuestras prioridades no deben
coincidir con las de otros. No nos llenemos la cabeza de expectativas, ni
seamos rígidos en nuestras conductas o en nuestros juicios, seamos más bien
flexibles para adaptarnos a las diversas situaciones sin hacernos daño.
Aprovechemos al máximo cada
una de las enseñanzas de la vida, aprendamos de cada ser humano que coincide en
nuestro tránsito y desde el corazón aprendamos a ver las cosas importantes de
la vida, sin colocarles tantas etiquetas, andaremos con los ojos del alma más
abiertos y seguramente con nuestro corazón con menos heridas.
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