Ciertamente cada quien puede
adosarse una cuota que entre dentro de los parámetros normales de celos hacia
sus afectos, sin embargo, cuando estos resultan desmedidos, pueden dar pie en
una verdadera pesadilla para ellos y para las personas vinculadas a ellos.
Nada más desgastante que la
falta de confianza y más cuando la misma no tiene ningún argumento de peso. Las
historias que pueden generarse en las mentes de quien padece de celos
descontrolados pueden rebasar los límites de la creatividad, resultando en
películas terribles que definen sus acciones y pueden hacer tambalear cualquier
relación.
Entendamos que cada quien es
libre de hacer lo que quiera, y cuando una persona decide estar con otra,
normalmente es porque quiere estarlo, así que confiemos en cada quien tiene el
encanto suficiente como para merecer una relación que incluya la fidelidad, que
si nosotros aportamos lo mejor o lo que consideramos necesario y ocurre una infidelidad,
el problema no es nuestro, es de la persona que ha fallado y que lo hará de
manera independiente a si la celamos o no.
El acoso, el pretender que
la gente cambie sus hábitos, el ver cosas donde no las hay, cuando la otra
persona está dedicada a la relación, cuando realmente no se tienen argumentos o
antecedentes, son completamente contraproducentes para un amor sano, para un
amor en crecimiento o mantenimiento.
Los celos desgastan,
humillan, ofenden, hacen que cualquier situación sea el marco de un problema,
impiden el disfrute propio y de la pareja. Hasta una sonrisa en el rostro de la
otra persona puede abrir paso a un mal pensamiento por parte de quien cela de
forma desmedida.
Los celos descontrolados,
cuando todo gira en torno a ellos, cuándo las preguntas no se dirigen con la
intención de chequear el bienestar de la otra persona, sino que están
orientadas a chequear que no se está siendo víctima de una infidelidad, se
traducen en la manera más fácil de acabar con el amor, con el interés,
generando fastidio, desgaste, lástima e inclusive miedo en la otra persona.
Si quien está vinculado a
una persona celosa, se deja arrastrar por la corriente, terminará sin familia,
sin amigos, sin criterio, sin personalidad, sin hobbies, sin estudios, sin
trabajo… sin vida, solo por evitar la molestia de quien tiene el problema, que
irónicamente por lo general lleva una vida muy libertina.
Inclusive podríamos ser un
tanto refraneros y citar: “Cada ladrón juzga por su condición”, esto es
altamente aplicable a las personas celosas, que son capaces de muchas cosas y a
partir de su realidad juzgan a sus parejas.
Con las personas celosas de
manera enfermiza, se debe trazar límites, que preserven la autonomía y la
independencia, a fin y al cabo cada quien tiene su vida y es muy triste
limitarnos y anularnos por la inseguridad de otra persona. El amor debe fomentarse y tratar, dentro de
las posibilidades, que prevalezca la confianza, aunque esto requiera de
terapias, ejercicios, consejeros, etc. Pero que nunca el precio a pagar por un
amor sea la esencia misma.
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