Actuar
con sabiduría en una relación no resultan algo sencillo, y cuando se logra
pocas veces se hace constante o permanente, son pequeñas
ráfagas que aparecen en nuestros actos y que contribuyen positivamente en las
decisiones que tomamos, en los caminos que recorremos y en las acciones que
ejecutamos.
Llevar una relación con
madurez puede parecer algo imposible, muchos piensan que como se trata de dos
personas conviviendo, es difícil llegar a mantener un equilibrio, pues siempre
alguna de las partes suele ser más inmadura, menos interesada, más simple y un
millón de características que diferencian a las parejas en lo superficial.
Ingredientes de una
pareja
Para mantener una pareja se
requieren muchos ingredientes, principalmente amor obviamente, comprensión,
tolerancia, respeto, solidaridad y aceptación, entre muchos otros que pudieran
ser innumerables, pues cada pareja adapta nuevos ingredientes según sus propias
necesidades, sin embargo, la sabiduría puede verse como algo muy variable, pues
de alguna manera deriva en la manera en la cual asumimos ciertas circunstancias
y equilibramos las cosas con nuestra pareja.
Ocurre que la sabiduría, más
allá de la madurez o de las soluciones que puedan aportarse, o del control que
se tenga de las emociones, consta de reconocerse a si mismo, no de culpar al
otro, no de dedicarse a entender y comprender los defectos del otro, ni de
ayudar a tu pareja a transformar sus defectos, la sabiduría parte de uno mismo
para si mismo, en la capacidad de identificar tus propios defectos y ser capaz
de transformarlos.
Reconocer los
defectos
Siempre
nos resultará más fácil ver los defectos en los demás, reconocerlos
rápidamente, incluso solemos transferir a nuestra pareja,
defectos propios, que generalmente nos cuesta mucho asumir o sencillamente
hemos negado toda la vida, pasa lo mismo como cuando realizas comentarios,
siempre es más fácil comentar sobre la vida de los demás, pero cuando se trata
de la propia pretendemos ser más reservados.
Desarrollar
la capacidad de observarse a si mismo, de indagar en nuestra propia realidad,
en nuestras emociones y como las manejamos, en como afectan
esas emociones a nuestro cuerpo, en como las exteriorizamos, si es ira, rabia,
dolor, alegría y cualquier otra sensación que se apodera de nosotros, nos hará
más fácil el camino de observar como con nuestras emociones afectamos a los
demás.
No se trata de lograr
entender el defecto del otro, en ayudarle a que lo reconozca y en incentivarlo
a que lo corrija para que deje de afectarnos, cada error que vemos en el semejante es simplemente un
reflejo de si mismo, porque nada que no exista en ti mismo puede llegar a
afectarte.
Actúa con sabiduría, no para
ni por los demás, sino para ti mismo, busca tu paz, tu reconocimiento y tu
verdadera existencia, invierte esa energía en ti, en lugar de buscar ser sabio
con los demás.
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