A veces el precio por ser
uno mismo, es no agradarle a todos, pero con gusto debe ser pagado. Venimos a
este mundo ya adaptándonos a muchísimos patrones que corresponden a la
evolución como tal, a nuestro momento histórico, a la sociedad, a la familia, a
la crianza… y si en medio de todo esto que conscientemente no hemos elegido
encontramos algo de nosotros mismos y creemos que efectivamente eso somos, pues
no tenemos más que hacer que defender esa creencia vehementemente.
Cada uno de nosotros tiene
su esencia, se va formando, va evolucionando ante un sinfín de influencias a su
alrededor y va dejando consigo las que considere, resultando de esta manera lo
que nos define con mayor facilidad. Y cada uno de nosotros nos toparemos en
nuestro paso con muchos tipos de personas, aquellas con las que sentiremos
mayor afinidad, que tenderán a aceptarnos tal y como somos y aquellos que
chocarán con lo que somos y nos rechazarán o intentarán cambiarnos.
Para todos hay y es una
verdadera locura pretender que todos nos amen por lo que somos, y más
frustrante aún resulta el hecho de aparentar para lograr la aceptación y el
afecto de las personas que nos interesan. El afecto debe ir ligado a la
aceptación y el respeto, si alguien a quien nosotros no afectamos de manera
negativa, no nos acepta, no debemos sentirnos mal, debemos entender y respetar
que no resultamos compatibles.
Muchas veces no nos
detenemos a mirar hacia dentro cuando rechazamos o no aceptamos algún rasgo o
característica en otro, siendo esta una de las mejores herramientas para
conocernos a nosotros mismos, ya que es justo aquello que rechazamos en el otro
lo que debemos trabajar en nosotros mismos.
Debemos ante todo amarnos a
nosotros mismos, respetarnos y aceptarnos. Éste será el punto de partida de lo
que permitamos en nuestras vidas y cómo nos afecten las reacciones de quienes
nos rodean con respecto a todo lo que tiene que ver con nosotros.
Estamos acá para crecer,
para evolucionar, para cambiar de ser preciso, pero esos cambios deben venir
desde nuestro interior y no responder a complacer a otra persona que pretende
que seamos diferentes para poder aceptarnos. Nuestra esencia, todo aquello que
de una manera u otra nos define, debe ser preservada y respetada y siempre será
preferible que no agradar por lo que somos, a que amen una mentira que nos
anule, pretendiendo ser alguien que no somos.
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