Sean como sean los niños, es
sumamente importante dar respuestas emocionalmente adecuadas ante los
comentarios negativos que realicen sobre sí mismos. Así, sobre todo cuando
hablan de ellos en primera persona, suelen dejar entrever qué nivel de
autoeficacia percibida tienen.
Es decir que no podemos
obviar que comentarios cotidianos del tipo “no puedo”, “lo voy a hacer mal”,
“no tiene sentido” o “voy a pasar vergüenza”, “no hay nada interesante para
hacer”, tienen un trasfondo importante que puede ser reflejo de una baja autoestima.
Saber resolver estas
situaciones nos ayuda a construir un afecto saludable y una habilidad reflexiva
que se impone como prioritaria desde la más tierna infancia. Así, atendiendo a
la importancia que tiene NO negar nunca un sentimiento, podemos usar una serie
de respuestas que les hagan replantearse ese tipo de afirmaciones tan dañinas.
Veamos algunos ejemplos:
1.”No puedo
hacerlo”, la joya de la corona
Decimos que “no puedo
hacerlo” es la joya de la corona porque gran parte de nosotros lo tenemos incluido
en nuestro diálogo interno (a veces incluso externo), desde bien pequeños.
Esta es una frase comodín
que denota cansancio, falta de energía, apatía y poca confianza en sí mismo.
Solemos responder con un “sí puedes”, a veces acompañado de las horrorosas
coletillas como “no digas tonterías” o “no seas vago”.
¿Cómo podemos ayudarles a
cuestionarse ese pensamiento y esa actitud? En primer lugar destacar que muchas
veces la mejor manera de hacer esto es responderles con preguntas del tipo:
¿Qué quiere decir “no
puedo”? ¿Qué pruebas tienes de que realmente no puedes? ¿Cómo sabes que no
puedes si no lo intentas lo suficiente? ¿Crees que decir “no puedo” te
perjudica o te ayuda? No digas “no puedo”, di “me cuesta pero sí puedo”.
2.No tengo ganas, no
lo voy a hacer
La desgana y el desinterés
ante ciertas tareas se constituyen como la norma en ciertos momentos. Puede
resultar desesperante, pero deben entender que hay actividades que tienen que
realizar por su bien.
La manera de favorecer que
se cuestionen esto es enviándoles el siguiente mensaje: no digas “no tengo
ganas, no lo voy a hacer”, di “lo voy a hacer, aunque me apetezca poco hacerlo
ahora mismo”.
Al fin y al cabo se trata de
plantearles cuestiones como “¿Qué pasaría si todos hacemos lo que nos apetece en
cada momento? ¿No debemos de hacer nunca nada que no nos apetezca? ¿Te imaginas
un mundo en el nadie se esforzara por nada? ¿Te imaginas que un conductor se
cansara de respetar las normas de tráfico? ¿O que un médico se cansara de curar
a los demás?”. Este tipo de preguntas les ayudan a reflexionar sobre su desgana
y así cambiar su actitud.
3.“No quiero
hacerlo, me da vergüenza”
Reírse de la vergüenza es
algo bastante cruel si nos paramos a pensarlo. Lejos de quitarle hierro al
asunto, lo incentivamos. Si ante un sentimiento que implica cierto grado de
sufrimiento, nosotros nos reímos, estamos burlándonos de su desnudo emocional.
Debemos transmitir un mensaje de seguridad que deje claro que no es mejor que
nadie se dé cuenta, sino que las personas le ayudarán y empatizarán como norma
general.
4.”Me siento
cansado/triste/enfadado”
Negar sus sentimientos y sus
reacciones emocionales es un grave error que cometemos gran parte de nosotros
de normal. No es de extrañar, pues desde niños venimos escuchando cómo ante el
llanto nos decían eso de “no llores, no pasa nada”. Hay expresiones emocionales
que resultan incómodas al común de la sociedad, pero negar esto es apagar una
parte importantísima tanto en los niños como en los adultos.
5.No le etiquetes
como “torpe”, “malo”, “tonto”
Esto no ayuda para nada a
crecer con una autoestima saludable. Cuando el niño haga algo mal hay muchas
maneras de decírselo: no está bien que pegues a tus hermanos, no tienes que
romper los juguetes o tienes que esforzarte un poco más estudiando las mates.
6.Pero tampoco lo
hagas como “listo” “bueno” o “inteligente”
El niño o la niña no
comprenderá en qué se fundamenta que te refieras a él o ella de esa forma. En
su caso, puedes decirle: qué bien has hecho las tareas, qué bien has recogido o
me encanta verte pintar. Es decir, podemos juzgar sus comportamientos pero no
podemos juzgar al niño.
Recordemos
que si queremos llegar a ellos nuestras palabras deben tener un tono adecuado y
no constituir nunca un ataque. Hablarles desde el afecto
y en un tono comprensivo es la base de una buena crianza y de los grandes
aprendizajes. Recordemos que es en nosotros en quienes tienen el referente
psicológico y tomemos las riendas de su educación de la manera más responsable
posible.
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