En todo tipo de relaciones interpersonales que
decidamos establecer a lo largo de nuestras vidas, podemos vernos expuestos a
las decepciones, ésas que se roban parte de nuestra fe en quien depositamos
nuestro afecto y nuestra confianza, ésas que nos dejan marcado nuestro corazón
con una herida que pude tardar mucho en cerrar.
Una de las cosas más terribles de este tipo de
heridas es que quien las recibe queda tan afectado que por lo general amplía su
rango de desconfianza y puede volverse incrédulo de allí en adelante, puede
colocarse una coraza para protegerse de alguna situación similar, limitando de
esta manera no solo lo que entra a su corazón, sino también lo que sale, ya que
mientras menos involucrado emocionalmente se encuentre, menos probabilidades habrá
de salir lastimado.
Oportunidad: una ocasión favorable para idear una decepción. ― Ambrose Bierc
Las decepciones se dan por una desviación entre lo
que esperamos y lo que ocurre, muchas veces tasamos a las personas por cómo
somos nosotros, pensamos que los demás deben actuar o comportarse de la forma en
la cual nosotros lo haríamos.
Esto puede generar mucha frustración, ya que todos
tenemos una forma particular de ver la vida, las cosas que consideramos más
absolutas pueden resultar las más relativas. Todos hemos atravesado situaciones
diversas, nuestras crianzas distan unas de otras, nuestra experiencia nos
enseña de forma particular, por lo que pretender una acción determinada
partiendo de un criterio personal puede ser la raíz de la decepción.
Evidentemente hay situaciones que hablan por sí
solas, donde la decepción es independiente a las expectativas y están
vinculadas a condiciones humanas, donde se rompen corazones, donde se fractura
cualquier vínculo, donde se desconoce a quien decepciona, donde la tristeza se
apodera de la relación.
En todo caso, de las decepciones también se
aprende, aprendemos a conocer más a las personas, a ajustar nuestros conceptos
de ellas, a conocernos más a nosotros mismos, a asumir nuestros errores, a
manejar nuestras emociones e inclusive a dar nuevas oportunidades.
El tiempo es un factor importante para conocer a
las personas y también para curar las heridas que nos deja una decepción, una
vez que asumimos como nuestra la decepción, podemos establecer un proceso de
curación, partiendo de la aceptación, dándole paso al perdón y finalmente al
olvido… Donde ya no recordaremos ni siquiera lo que en algún momento nos hizo
sufrir.
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