Los brazos de mamá y de papá son el mejor lugar del mundo
para crecer, sobre todo entre los 0 y los 3 años. En pocos lugares van a
sentirse más seguros, más cómodos y con mayores estímulos para desarrollar su
madurez emocional y psicológica.
Algo que como madre habrás descubierto ya desde hace
tiempo, es que tu bebé tiene una predilección especial por dormir en tus brazos
antes que en la cuna. Este dato es algo que desespera a muchas familias, hasta
el punto de que su descanso nocturno se transforma en poco menos que en un
pequeño sinvivir en el que rara vez se duermen unas horas seguidas.
Es necesario tener claro algunos aspectos: hay bebés más
demandantes que otros. A su vez, debemos recordar que el niño que se despierta
por la noche es un bebé normal, de hecho, lo seguirá haciendo más o menos hasta
los dos o tres años. Todo ello responde a un proceso de maduración neuronal
donde se requiere tiempo, paciencia y mucho cariño.
Un bebé llega al mundo con sus mecanismos de
supervivencia bien afinados. El llanto es su forma de comunicación, y hará uso
de él cada vez que sienta miedo, tenga hambre o se sienta abandonado. Día a día
y mes a mes estos mecanismos irán reduciendo su intensidad a medida que
entienda que está seguro, que está protegido y que sus padres están con él.
Ahora bien, hay un dato que puede parecerte tan asombroso
como curioso. Algo tan simple como hacer siestas con tu bebé favorece esta
maduración. Aún más, este descanso del medio día mejora la salud física y
emocional de la mamá.
Las siestas piel con piel ayudan a tu bebé a un mejor
descanso nocturno
Empezaremos dejando constancia de algo elemental: no
siempre tenemos tiempo o oportunidad de hacer siestas con nuestros hijos. Ahora
bien, si en tu caso particular dispones de la maravillosa oportunidad de estar
con tu bebé al menos durante sus primeros 6 meses de vida, anímate a hacerlo:
deja que duerma en tus brazos a medio día.
Este consejo es especialmente efectivo en los bebés de
alta demanda. Aquellos niños que muestran conductas muy estresantes cuando nos
separamos de ellos, cuando tienen hambre o se sienten enojados, se benefician
notablemente de dos horas diarias de contacto “piel con piel“.
Puedes elegir varios momentos del día para llevarlo a
cabo. Sin embargo, hacer una siesta con tu hijo en brazos supone aliviar su
estrés, reforzar sus emociones mediante el afecto y el calor corporal para que
de este modo, su sistema nervioso se regule y llegue después a la cuna más
relajado.
El olor, el calor y la seguridad de los brazos de mamá
El recién nacido tiene un “súper-poder”: su olfato está
muy desarrollado, no como su visión. El olor de su madre es lo que más le
complace, lo que más le relaja y le agrada.
Estar durante
una hora o dos horas en los brazos de mamá supone descansar de forma relajada y
profunda. Supone también tener más cerca su fuente de alimento y esas caricias
que le confieren la seguridad de sentirse amado.
Establecer estos momentos llenos de magia e intimidad al
menos hasta los 6 meses es muy necesario para el desarrollo del bebé. Sin
embargo, hacerlo hasta los 2 o los 3 años al menos unas dos veces por semana es
también algo muy positivo.
Es un momento de descanso para ti, para disfrutar del
“aquí y ahora”
Es muy posible que la idea de hacer una siesta con tu
hijo te parezca una pérdida de tiempo. ¡Con la de cosas que tenemos que hacer!
En ocasiones, el hecho de que el bebé duerma supone para muchas mamás una
oportunidad única para hacer infinidad de cosas: preparar la ropa, ordenar la
casa, responder correos, hacer llamadas, organizar la agenda…
Piénsalo
durante un momento: la maternidad, el hogar, el trabajo… Todo ello son como
gigantes exigentes que nos traen de cabeza, y que a instantes, nos llevan al
límite.
Si te sientes
así en alguna ocasión, detente, descansa, túmbate. Una siesta con tu bebé es
una forma de disfrutar del aquí y ahora de forma relajada, de forma íntima. No
hay ruidos, ni presiones, solo tu hijo y tú. Es lo único que importa.
¿Evitarán estas siestas que luego duerma en la cuna?
Cada niño tiene sus necesidades, sus particularidades y
sus tiempos. Las siestas en brazos de mamá o papá son positivas porque
favorecemos el contacto físico, la cercanía y la sensación de seguridad, algo
imprescindible para el desarrollo del bebé.
Habrá niños que tras estos instantes, se sientan más
relajados y cojan a cuna de forma más normalizada. Habrá otros que por su
parte, sigan protestando y despertándonos con el llanto, pero como decimos,
forma parte normal de su crecimiento y es una conducta que irá desapareciendo
con el tiempo.
Se trata solo de favorecer una crianza donde ser
conscientes de las necesidades del niño para estar presentes y guiarlos. Una
siesta compartida es un instante de complicidad entre dos personas y a su vez,
graba en nuestra memoria momentos que no se olvidan, que se enmarcan en recuerdo
con sensaciones únicas.
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