Quien bien te quiere te hará feliz

Debemos olvidar ese concepto de que quien bien nos quiere nos hará llorar. Lo cierto es que, quien nos quiera, debe respetarnos y hacernos felices sobre todas las cosas
Quien bien te quiere te hará reír, te hará “volar” y, por encima de todo, hará todo lo posible por ofrecerte felicidad.
A menudo, la voz popular nos ha intentado inculcar la clásica idea de que en el amor está implícito el sufrimiento, y que las lágrimas son algo normal cuando mantenemos una relación de pareja.

Esta concepción está arraigada en la clásica imagen del amor romántico que tanto daño ha hecho a muchas generaciones o a personas que mantienen una imagen algo distorsionada de lo que es el afecto, de lo que son los pilares de una pareja comprometida y feliz.

Quien bien te quiere no te hará llorar
Puede que, en algún momento de tu vida, alguien de tu contexto social más cercano te haya dicho aquello de “es lo que hay, o lo tomas o lo dejas. En las relaciones siempre hay alguien que acaba llorando. Es lo normal”.
En ocasiones, lo que se considera como normal incluye dimensiones tan peligrosas como destructivas. De ahí, que debamos tener claro que amar no es sufrir, y quien nos trae lágrimas en una relación es que no nos quiere de verdad o, sencillamente, “nos quiere mal, de una forma insana”.

El amor romántico o el amor que acepta el sufrimiento
A más dolor, más pasión, a mayor posesión, mayor es el amor. Estas suelen ser las concepciones más clásicas que nos ha dejado el ideal del amor romántico, y que solemos ver aún en alguna que otra película o en algún libro de la literatura clásica.
Lo creamos o no, este enfoque aún está muy presente en nuestros jóvenes, en los adolescentes. Pensar que porque la pareja reacciona con celos o es posesivo es una muestra clara de su amor, les hace caer en ocasiones en relaciones muy peligrosas.
El amor romántico, además, solo entiende el concepto en esas primeras fases cargadas de pasión. No llega a concebir ese amor relajado y cómplice, esa fase en la que entramos en una etapa más madura y estable.
Otra falsa idea asociada al amor romántico es pensar que quien nos quiere, efectivamente, nos hará llorar. Porque las lágrimas son parte de la relación y es algo que se debe aceptar –y soportar–. No es lo adecuado ni recomendable.

A día de hoy aún encontramos muchas personas ligadas a relaciones tan destructivas como infelices, donde su autoestima ha sido “saboteada” por completo, cayendo en relaciones de dependencia donde se llega a tolerar tanto el dolor y las lágrimas.

El amor consciente, el amor maduro
Nadie nace sabiéndolo todo sobre el amor. Aprender supone desilusionarnos, quedar heridos en alguna ocasión e incluso alejarnos del ser amado para permitirnos reencontrarnos con nosotros mismos de nuevo.
No te culpabilices nunca por un fracaso ni llegues a pensar que “amar es sufrir”. No es así o, al menos, no debería serlo.

El amor consciente empieza siempre por algo tan sencillo o esencial como “amarnos a nosotros mismos” primero.
Solo cuando nos sintamos seguros de nuestra autoestima y tengamos muy claro lo que merecemos, podremos iniciar relaciones sanas, responsables y felices.

El amor maduro es aquel que busca  el bienestar de la pareja, y para ello, se empieza siempre dando forma al bienestar interior.
Una persona segura de sí misma, sin vacíos y con un buen autoconcepto, no proyectará en nosotros sus miedos o su obsesión por controlarnos temiendo que vayamos a ejercer una traición.


Quien bien te quiere te hará reír
Propiciar la felicidad de las personas que amamos es un valor que repercute en nosotros. De nada nos sirve traer lágrimas o sufrimiento, y quien lo ve correcto o normal es que tiene una visión distorsionada y dañina sobre lo que son las relaciones.

Hay quien ve normal ocasionar sufrimiento en la pareja porque con ello ejerce un fin muy claro: controlar.
Por su parte, hay quien se sorprende al ver llorar a la pareja o incluso se siente molesto hasta el punto de decir aquello de “es que te ofendes por nada y todo te hace daño”.

En este caso, estaríamos ante alguien incapaz de empatizar y de hacerse responsable de sus actos.


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