El amor es el sentimiento más puro, más elemental. Es a
su vez la energía creadora, es el principio y es el fin. El amor es el
sentimiento más confundido con otros que existe, incluso sintiendo odio hay
muchos que creen amar.
Cuando realmente se ama, no hay dudas, no hay
interrogantes, ni siquiera existe esa necesidad compulsiva de ser retribuidos,
amamos y eso es todo, amamos porque sí, sin condiciones, dando lo que esté a
nuestro alcance para contribuir a que esa persona que reside en nuestro corazón
sea libre, feliz y plena.
Cuando amamos, los intereses personales quedan dejados a
un lado, no amamos a la otra persona por lo que somos estando con ella, por lo
que nos brinda, por los espacios que llena en nuestras vidas, el amor es más
sublime, quizás con menos sentido cuando lo pensamos, cuando nuestro ego entra
en juego y nos hace preguntas que están dirigidas a protegerse, porque él
siempre se siente amenazado y es justamente la presencia del amor lo que
representa la mayor amenaza a su existencia.
Si aprendiéramos a amar sin condiciones, inclusive sin
motivos, iniciaríamos un cambio interno que nos haría sentirnos satisfechos y
seguros de nosotros mismos, sin vacíos ni necesidad de complementos, como seres
individuales que son capaces de acoplar y engranarse a otro ser sin
necesitarse, sin vincularse por motivos errados, que por lo general creemos que
son los adecuados.
El amor real habla de sí por él mismo, no necesita que se
verbalice, no necesita un documento, no necesita un anillo, se grita hasta en
el más profundo silencio. Las acciones derivadas de él se orientan a generar en
el otro lo mejor que esté al alcance de quien ama.
Cuando se ama desde la libertad se entiende realmente la
profundidad de un sentimiento, el alcance y sobre todo se entiende que el amor
no muere, que trasciende más allá de lo que conocemos.
Aprender a amar es uno de los propósitos de vida de cada
uno de nosotros, por eso vamos teniendo oportunidades diversas, con distintos
tipos de amor a lo largo de la vida y aun así por lo general es nuestro ego el
que resulta victorioso, porque nos engaña haciéndonos creer que nuestros
vínculos se basan en amor cuando en realidad en su mayoría no son más que
relaciones codependientes intentando satisfacer necesidades individuales.
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