Quién no entiende su miedo no conoce a su oponente


Los temores, a menudo infundados, sobre lo que puede salirnos mal o causarnos algún perjuicio en el futuro, son una de las principales causas de nuestra insatisfacción vital. Todas las personas escondemos algunos miedos que nos llevan a comportarnos de forma evitativa en algunas situaciones cruciales de nuestra vida. Así, no existe mayor oponente que uno mismo.
Los temores nacen de experiencias pasadas. En el proceso de socialización desde la infancia hasta la madurez vamos adquiriendo los miedos de las personas más cercanas e influyentes, aunque sea de manera inconsciente. Si estas personas son referentes para nosotros, sus miedos nos señalan peligros y situaciones desagradables a evitar.

Si arrastramos los miedos durante mucho tiempo y les permitimos crecer y ocupar un amplio espacio en nuestro día a día, les estamos dando pie para que se conviertan en un filtro recurrente, entre los muchos que utilizamos para procesar la realidad. Para que esto no suceda, es positivo conocer de dónde vienen estos miedos y actuar. Ante el miedo: acción y compromiso.
Cuando la motivación es el miedo
El miedo es una emoción primitiva que ha dado lugar a la supervivencia de la raza humana. Como toda emoción, ajustada tiene su valor funcional, pero desajustada es una de las emociones más dañinas. Si el miedo toma el control de nuestra vida esta será dirigida por la evitación, por la ansiedad y por comportamientos irracionales, pudiendo desembocar en trastornos de depresión mayor.

Cuando actuamos movidos por miedo, no disfrutamos, solo buscamos sofocar el malestar que produce, frenar su crecimiento. Hay muchas clases de miedos. Un individuo puede tener miedo hacia elementos específicos como fantasmas, perros, agua, palomas etc, pero también hay otros miedos más difusos, como el miedo a hablar con extraños, comenzar algo nuevo, hablar en público, volar.

La lista de miedos puede ser infinita y un miedo puede tener diferentes significados y manifestaciones para cada individuo, aunque las estrategias que se utilizan en consulta para superarlos sean similares o incidan en la parte común de todos los miedos. Para confrontar nuestros miedos, necesitamos relajarnos, calmarnos y observar objetivamente, contrastando con los hechos que, si han ocurrido, para que nuestra reacción sea apropiada y positiva. Si no puedes matar a los monstruos, adiéstralos.
Identifica tu miedo y conocerás a tu oponente
El primer paso para superar nuestros miedos es entender su origen. La meditación y autoevaluación marcan el camino para entendernos y conocer a nuestro verdadero oponente.

¿De dónde vienen nuestros miedos? El miedo puede venir de algo que nos han dicho, de algo que hemos observado o de experiencias previas. Una vez que sepamos la causa, podemos comenzar a trabajar para superarlo. Para identificarlo, es bueno que examinemos las creencias que lo soportan.

Las creencias que nos llevan al miedo, son pensamientos excesivos que se activan sin que haya una amenaza real. En estas situaciones se produce una distorsión en el sistema del miedo. Hay una distorsión en nuestra emoción provocada por nuestras creencias.
Nuestros miedos son los enemigos que nos paralizan, aquellos que solo están en nuestra mente y que nos impiden realizar conductas necesarias en nuestro día a día sin que desde fuera estos motivos sean en realidad incapacitantes. Identificarlos y confrontarlos nos harán ver que la mayoría de esos miedos son excesivos y solo están tapando nuestras inseguridades.

Cuando estemos en un momento que no sea de nuestro agrado y queramos huir, lo mejor que podemos hacer es actuar. Para conseguirlo, hagamos un viaje a nuestro interior, sin perder de vista las referencias externas. Primero, analicemos si nuestros miedos son reales o imaginarios. En el caso de que sean reales, una buena iniciativa consiste en observar la situación en la que nos encontramos, generar alternativas de actuación y tomar una decisión. En el aso de que sean imaginarios, ¡puedes utilizar lo que hemos dicho a lo largo del artículo!


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